Han pasado ya varias semanas desde que nos vimos obligados a cambiar de manera radical la forma y el ritmo de nuestras vidas por la llegada del coronavirus, covid-19, y a lo largo de todo este tiempo, nuestra realidad psicológica, ha ido evolucionando de manera curiosa e interesante.
Las fases emocionales por las que hemos ido pasando han sido tan comunes a todos, como fáciles de identificar por lo tanto desde el principio. Y es que, aún con las particularidades propias de cada persona y personalidad, gran parte del esquema del pensamiento y la conducta es común a todas las personas.
Diríamos que la respuesta de miedo inicial y más inmediata, fue dando paso a diferentes cambios como resultado de la inevitable adaptación a la nueva situación, y a la sujeción propia del encierro.
El miedo nos hizo al principio desarrollar pensamientos negativos, de magnitud imparable, nos hizo también mantener un estado de tensión y alerta casi insoportables, y cómo no, comprar grandes cantidades de papel higiénico, entre otras conductas llamativas.
Sin embargo, después de las primeras semanas, el miedo dio lugar a una respuesta emocional más melancólica. La tristeza empezó a ser el sentimiento más frecuente y a representar la línea de base de la mayoría de nuestros pensamientos. En este sentido, conviene saber que el agotamiento conecta con este tipo de emociones, que lo más común cuando se está cansado es sentirse más triste, y que la factura del miedo del principio la empezábamos a pagar en muecas de tristeza.
Ahora entramos en una nueva fase en nuestro estado mental, la de resignación. En ella comenzamos a aceptar la realidad actual, se consolida la adaptación al cambio, se atenúa la rebeldía de la negación y la rabia de lo injusto y el cerebro maneja un poco más de información a efectos de ajuste que al principio.
En esta fase la anhedonia es nuestro principal enemigo. Empieza a desarrollarse una desgana general, fruto del agotamiento y el trabajo mental acumulados en las primeras fases y de la falta de proyección futura en los términos en los que solíamos construirla. Toca actualizar el cómo imaginarnos el futuro y toca hacerlo con otras reglas.
También es frecuente que empiece a cansarnos lo que antes nos motivaba y bajemos el ritmo general de actividad y activación. En este sentido, el cerebro empieza a cribar con cuánto se queda de todas las actividades desarrolladas hasta el momento, del torrente de pensamientos generado o del chorro de emociones experimentadas. Comienza a diferenciar lo más válido y redistribuye recursos al no poder mantener de forma permanente la sobreactivación de las primeras semanas.
En este sentido, debemos tener cuidado con no confundir lo que significa esta bajada de actividad general y no interpretarla como una caída en picado imparable. No lo es, solo se trata de una nueva versión, más calmada, pero no necesariamente más triste, más conformista pero no menos útil, y más parada pero igual de adaptativa que al principio.
Por eso, debemos de pararnos a pensar qué de todo lo que hemos probado y aprendido de nosotros mismos hasta el momento, sobrevive ahora que entramos en una fase menos generosa en cuanto a recursos psicológicos y físicos. La resignación no tiene por qué ser mala, siempre y cuando mantengamos un estilo de pensamiento y comportamiento útiles y prácticos.
A la vuelta de la esquina, nuestra psique da otro giro y llega la fase de la esperanza. En estos momentos, nuestro sistema actualiza su jerarquía de importancia, y es capaz de generar calma y equilibrio construyendo el plano cognitivo a partir de lo esencial, hay aceptación, priorización de la salud, perspectiva positiva y vemos lo temporal y opción a cambio de las cosas que no están yendo del todo bien. La esperanza vuelve a plantearse fuente renovable de recursos y energía mental y las tareas físicas y mentales se perciben más alcanzables.
Al fin y al cabo, respetar el ritmo y curso de nuestra mente, ofrecer resistencia hacia los “errores del sistema” y dirigirla y entenderla hacia donde debe continuar yendo es la clave de la salud mental en estos y otros tiempos.