Sentirse como una montaña rusa de emociones parece ser algo más que frecuente en estos momentos. Cuántas veces hemos escuchado esta frase estos días, lo hemos visto en personas de confianza e incluso hemos experimentado nosotros mismos esos mismos marcados cambios de humor.
Se trata de subidas y bajadas que, desde el plano emocional y en un mismo día, e incluso por horas o momentos, nos hacen vivir emociones opuestas y sin motivo aparente dentro de nuestra cabeza.
Conviene por lo tanto pararnos a estudiar y entender el por qué nos está pasando esto a todos en mayor o menor medida.
Diríamos que las oscilaciones anímicas que estamos teniendo estos días, son una reacción normal a una situación anormal. Cumplen una función. Nuestro estado emocional se encuentra ligeramente alterado por las condiciones tan particulares que estamos viviendo, y eso nos condena a una manifestación anímica cambiante como respuesta al intento de adaptación constante de nuestro cerebro.
Esto supone entender el tremendo esfuerzo que nuestra psique está haciendo para digerir este cambio, que en su particularidad de ser algo impuesto, tan inmediato, y poner a prueba todas nuestras capacidades mentales, presenta un alto nivel de dificultad como tarea psicológica. Esta montaña rusa de emociones es fruto precisamente del proceso de adaptación tan exigente que nuestro cerebro está teniendo que hacer, un proceso que busca el equilibrio a través de probar esas emociones cambiantes hasta encontrar la más ajustada con la que quedarse.
Sabemos que nuestro cerebro evalúa constantemente la situación vital que le rodea, estudia los peligros, y trabaja contrastando las demandas externas con los recursos internos con los que cuenta. De esta forma, pondera qué desafíos son asumibles para nuestro yo y descarta los que no.
Sin embargo, cuando el resultado de esos balances no puede dar lugar a una conducta escogida, y depende más de la imposición del encierro, que de la elección de si es o no lo que necesita en ese momento, el cerebro se molesta, rompe la relación causa efecto que conocía y se mantiene en un estado de alerta constante, para adaptarse a la nueva dificultad detectada y empezando de nuevo toda la secuencia.
Además, conviene entender que las oscilaciones anímicas son comunes de base dentro de la naturaleza psicológica de las personas, y esto es visible tanto ahora como en estados normales y exentos de lo particular del momento.
Diríamos pues, que lo curioso de esta situación, es que esta sensación de vaivén emocional se acrecienta al carecer de muchos de los estímulos comunes que formaban parte de nuestra vida, nos distraían y regulaban nuestras reacciones. Además, al estar demasiado atentos a esos cambios, les restamos la naturaleza normal y ajustada de la que a menudo parten.
Por lo tanto, tenemos que asumir como adaptativos estos cambios, no sucumbir al miedo de su significado, y favorecer en último término el autoconocimiento que estamos logrando incrementar en estos momentos. Conocer y aceptar el funcionamiento psicológico en cualquier ocasión (incluso en esta) se impone la clave de la salud mental en las personas.