El fenómeno de la Indefensión Aprendida ocurre cuando se pierde la correlación entre actos y consecuencias, cuando se rompe la relación causa-efecto entre lo que hacemos y lo que conseguimos.
La motivación de cambio o de lucha, desaparece ante una situación en la que no se percibe ningún control. La reacción que se despierta es la de total rendición o desesperanza.
Cuando los psicólogos estaban estudiando los patrones de aprendizaje en animales, en concreto en roedores, por los ciertos paralelismos estructurales que posee su cerebro con respecto al humano, descubrieron lo que luego pasaría a llamarse el fenómeno de la indefensión aprendida.
Los roedores con los que trabajaban, se encontraban para este estudio, en jaulas cuyo suelo podía despedir una descarga eléctrica en según qué zonas.
Al principio se les emitieron descargas siempre que ocupaban una zona específica de la jaula, o que realizaban un comportamiento en concreto, de esta forma, los ratoncitos pronto aprendieron a evitar esa zona o no realizar esa conducta que les llevaba al castigo. Habían comprendido la relación que existía entre la zona electrificada y el dolor, así pues habían generado una estrategia para evitar la experimentación de ese malestar. Diríamos que habían aprendido una relación entre su manera de comportarse y la posibilidad o no de evitar el daño.
Una vez adquirido este patrón de aprendizaje, los experimentadores decidieron romperlo, y comenzaron a emitir descargas de forma aleatoria por las distintas zonas del suelo de la jaula y ante cualquier comportamiento del animal, de tal forma, la relación causal que los ratones habían aprendido desapareció, y ya no encontraban relación ni lógica alguna entre sus opciones, no podían hacer nada para evitar el daño.
Los roedores empezaron a entender que ninguno de sus comportamientos valdría para evitar las descargas, pues ya no existía ninguna relación concreta entre sus comportamientos y los estímulos de dolor, ya no conseguían localizar ningún área peligrosa porque todas habían pasado a serlo, el castigo llegaría hicieran lo que hicieran.
Lo curioso es que el comportamiento que se vio en estos animales tras la ruptura de este patrón de aprendizaje, fue impresionante. Se rindieron, dejaron de luchar, dejaron de corretear, y pasaron a quedarse en una esquina, de alguna forma asumiendo el dolor, y tirando la toalla ante la lucha.
Pues resulta que este fenómeno también puede identificarse en las personas. La Indefensión Aprendida puede verse en forma de desesperanza cuando los acontecimientos vitales vividos exponen a algunas personas a una serie de acontecimientos dolorosos, traumáticos o desagradables, sin que nada de lo que hagan funcione para evitarlo, o sin que hayan hecho nada para provocarlo, (situaciones de maltrato, por ejemplo…).
“…El trabajo de intervención psicológica se hace estrictamente necesario en este sentido, pues estas personas no es que carezcan de las habilidades o capacidades necesarias para la lucha vital, es simplemente que lo han olvidado…”
La resignación que se adquiere en estos casos tras la experimentación biográfica de dolor, impide que se genere la respuesta de lucha necesaria en la integración de episodios complejos vividos o en la resolución de los siguientes desafíos vitales que enfrenten. Tiran la toalla. La persona se vuelve totalmente incapaz de reaccionar ante aquellas situaciones que le resulten dolorosas, sumida en un cuadro de vulnerabilidad, tristeza y desgana.
Lo más importante ante un comportamiento o reacción de este estilo resulta ser la ruptura de este fenómeno de aprendizaje en sus cabezas, la devolución del sentido de resistencia y lucha, la reconciliación con la sensación de control, entendida, reconocida y creada ante otras experiencias vitales.
El trabajo de intervención psicológica se hace estrictamente necesario en este sentido, pues diríamos que estas personas no es que carezcan de las habilidades o capacidades necesarias para la lucha vital, es simplemente que lo han olvidado.
Alba Calleja. Psicóloga.
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