En alguna ocasión, la propuesta de tareas por escrito para el tiempo entre consultas recibe una gran acogida. Algunas personas entendemos rápido el sentido de hacer “deberes” fuera de sesión para asentar el contenido trabajado en consulta y estudiar su aplicación. Otras, sin embargo, destinan cierta mirada de recelo a la hoja de ejercicios cuando se acerca a sus manos…
El caso es que son infinitas las veces en las que el trabajo por escrito cobra una gran relevancia en el proceso terapéutico. Hoy vamos a analizar porqué.
1 La continuidad.
Las tareas escritas dan una continuidad imprescindible entre el contenido trabajado en sesión y su aplicación en la vida diaria. No es hasta que la persona pone en práctica las pautas programadas y los objetivos propuestos, cuando vemos realmente el margen de trabajo que puede desarrollar en su realidad y los niveles de dificultad que conlleva.
En este sentido, la memoria, siempre influida por las emociones, y por los actos más recientes o significativos, nos resulta insuficiente o sesgada a la hora de analizar lo acontecido y necesitamos recurrir a los apuntes para proteger la versión más fiel a las vivencias.
2 El orden mental.
Nuestra mente crea los pensamientos de una forma muy poco lineal. Produce ideas a una velocidad a veces, demasiado alta y generalmente mezcla contenidos y temas, creando cierta sensación de desorden y dificultándonos ver las cosas claras en nuestros momentos de reflexión.
El formato escrito permite dar orden a las ideas y vivencias que de otra forma se manifiestan caóticas en la mente, nos obliga a crear una narrativa ordenada, a organizar los contenidos para que tengan un sentido y además, nos ayuda a fijar ideas.
3 El compromiso terapéutico.
Otro de los motivos por lo que utilizamos las tareas por escrito, es que estas generan un mayor arraigo en el compromiso con los objetivos terapéuticos. Los registros nos hacen más conscientes de nuestros actos al tener que apuntarlos y nos ayudan a mantener presentes las pautas de actuación adquiridas en nuestra terapia.
4 Nuestro momento.
Realizar escritos, protege el que exista un momento de trabajo psicológico en nuestro día a día y nos obliga a destinar tiempo a nosotros. Además, favorece el compromiso con los objetivos de cambio y nos entrena en nuestra capacidad de análisis. El momento “deberes” rompe con una forma de vivir que nos vuelve autómatas y nos hace más conscientes de nuestros actos.
5 El entendimiento.
Lo que escribimos mejora también el entendimiento y la consciencia de lo que nos ocurre y de lo que podemos resolver. Nos hace ver la secuencia de nuestras reacciones de forma más esquematizada y nos permite romper en partes las situaciones para analizarlas, generar una reacción más trabajada y menos impulsiva. Las opciones de éxito se incrementan significativamente de esta forma.
*Tipos de ejercicios:
Algunos de nuestros ejercicios favoritos son: los autorregistros, que sirven para recoger informaciones muy variadas; el diario, que nos da un lugar de repaso frecuente; el análisis funcional de conducta, que nos lleva a identificar la secuencia de nuestras vivencias y actuaciones; la relación entre objetivos y resultados, que analiza nuestros intentos de poner en práctica lo trabajado; el antes y el después, que incrementa la consciencia de cambio cuando nuestro rendimiento ya está avanzado; la escritura abierta, que nos da un lugar de volcado emocional…
Y tú, ¿haces tus “deberes”?
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