Alta terapéutica.
Es el final por excelencia. Representa la consecución de los objetivos previstos. Supone llegar al final natural del recorrido terapéutico.
La relación con el recurso termina tal y como se daba hasta ese momento. Las visitas a partir de entonces pueden terminar (ya se vienen distanciando en el tiempo cuando se llega a este punto), o darse esporádicamente y siempre bajo un sentido de seguimiento, de refuerzo, bien según lo que el profesional te oriente, o bien a demanda cuando la persona requiera de algún recordatorio del contenido trabajado.
Siempre es precioso y muy emocionante llegar al alta terapéutica…
Alta voluntaria.
Un alta voluntaria se da cuando la persona siente que ya ha trabajado suficiente sus dolencias y las cuestiones generadoras de malestar e interrumpe su tratamiento antes de lograr la consecución de todos los puntos que, bajo el criterio del profesional, deberían trabajarse.
Por lo general, el terapeuta no comparte esta decisión pero siempre se puede retomar el tratamiento más adelante si a la persona vuelve a apetecerle trabajar los objetivos pendientes.
Abandono.
Habitualmente este tipo de final se da cuando el paciente desaparece sin avisar, deja de acudir a consulta y no se da un fin natural del recorrido realizado hasta el momento.
A veces puede parecerse a un alta voluntaria, cuando la persona entiende que ya está en el punto que le gustaría. El problema es que un abandono daña la relación terapeuta-paciente y hace muy difícil la reactivación del servicio más adelante si la persona quiere volver a trabajar sus asuntos pendientes.
Otras veces, un abandono se da por la disconformidad del paciente con el servicio, aun así, si el profesional no llega a conocer estas cuestiones, nunca podrá realizar los cambios necesarios para mejorar el tipo de intervención ni el servicio…
Derivación.
La necesidad de derivar al paciente surge como respuesta a las necesidades del caso que no pueden ser cubiertas por el servicio. No todos los profesionales podemos acompañar en su proceso a todas las personas. A veces la problemática excede nuestra capacidad de intervención o no poseemos formación suficiente o específica para abordar correctamente el caso.
Otras veces la persona necesita un recurso de apoyo más fuerte, como la opción de un ingreso, o una estructura de servicios interdisciplinar, para abordar la problemática desde varios puntos. En esos casos es importante detectar estas cuestiones y realizar la derivación cuando convenga.
Expulsión.
No es en absoluto frecuente, pero el tipo de final de tratamiento más desagradable es cuando se realiza una expulsión.
Por lo general se debe a casos en los que se da el impago del servicio o se realiza cualquier uso incorrecto del mismo.
*La letra pequeña: A veces se realizan sesiones puntuales de asesoramiento hacia algún tema concreto que no responden a una estructura de tratamiento como tal, en esos casos no es aplicable este tipo de finales.
Otras veces, cuando trabajamos con dolencias crónicas, nunca se llega a alcanzar un final como tal, en ese caso, el sentido de mantener el servicio se da como acompañamiento intermitente para amortiguar la sintomatología limitante.
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