Nos ocurre a todos. Vemos con meridiana claridad los problemas de los demás, su origen, analizamos sus elementos predisponentes y precipitantes, localizamos el error con rapidez y destreza… y sin embargo, todas esas grandes habilidades no siempre encuentran aplicación cuando de lo que se trata es de nuestros propios problemas. Ya lo decía el refrán, se ve antes la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Pero…¿Por qué?
El sufrimiento anula la objetividad.
Si estamos sufriendo, nuestra capacidad analítica queda afectada. No pensamos igual. Nuestro juicio racional se somete a las cargas emocionales, y no logramos alcanzar un tipo de razonamiento del todo limpio, fiable o práctico. El sufrimiento anula la objetividad, por eso somos más capaces de pensar con claridad hacia los problemas de los demás, porque aunque le estén ocurriendo a alguien a quien queremos, la afectación directa hacia el raciocinio no es la misma. Pero ojo, puede que tampoco seamos capaces desde ese lugar de entender del todo lo que está viviendo la otra persona, en este sentido, la prudencia es la clave…
Simplificamos las realidades ajenas y sobre analizamos las propias.
En realidad, no tenemos en cuenta todas las variables cuando estamos analizando un problema ajeno. Tendemos a simplificar las premisas de la situación, a desarrollar causalidades directas a-b, y a movernos en una lógica aplastante que deja fuera parte de la realidad que a esa persona le está impidiendo avanzar. No es tan sencillo ni está todo tan claro como lo vemos a veces en los demás...
Sin embargo, hacia nuestros propios problemas, somos capaces de encontrar cada arista, cada recoveco que complique el análisis hasta el infinito, a justificar cada error, a contrargumentar cada opción de solución y a sobrepensar tanto que nos perdemos… Es francamente difícil tener un juicio objetivo y equilibrado tanto con los asuntos propios como con los ajenos…
Perspectiva cerca lejos,
Cuando estamos inmersos en un problema, demasiado cerca de él, realmente no vemos nada. Es fácil de entender si por ejemplo, acercamos cualquier objeto demasiado a nuestros ojos, perdemos la perspectiva, desenfocamos y no logramos distinguirlo. Tanto con este ejemplo como como con cualquier problema en sí mismo, necesitamos la distancia justa para poder enfocar y llegar a ver las opciones y por eso solemos ver más clara la solución a los problemas ajenos que a los propios…
El dolor cansa.
Además de nublarnos el juicio, tal y como describíamos en el primer punto, el dolor agota, los problemas, cansan. Y el rendimiento a la hora de pensar es peor. En este sentido, la velocidad de pensamiento, la relación entre ideas y la búsqueda de soluciones se desarrollan como procesos más lentos y difíciles de resolver. La frescura de pensar en los problemas de los demás hace que los veamos con aparente claridad, hacia ellos no estamos cansados de pensar, de nuevo, eso nos puede llevar a presionar, juzgar y ser invasivos e imprudentes…siempre cuidado…
Profecía autocumplida.
Uno de los sesgos de pensamiento más habituales en la mayoría de las personas es el de la profecía autocumplida. Según esto incurrimos en falsas creencias que, directa o indirectamente, nos llevan a su propio cumplimiento. ¿Cómo nos afecta esto cuando sufrimos algún problema?, pues al peligroso camino de terminar replicando y provocando que ocurra lo que deseamos evitar por pensar y focalizarnos tanto en ello. También solemos realizar tantas proyecciones negativas hacia la resolución del conflicto en cuestión, que terminemos por alejarnos de conseguirlo por cansancio. A veces nos anulamos a nosotros mismos la opción tan siquiera de creer que lo podemos lograr. Por eso vemos más clara la solución a los problemas de los demás, porque trazamos una línea recta y directa hacia la solución que en nosotros mismos se dibuja mucho más sinuosa y compleja…
“Consejos vendo que para mi no tengo”.
A veces no es válido para todo el mundo el consejo de alguien por muy bien intencionado que vaya dirigido. En ocasiones puede incluso resultar peligroso para la persona, confundirla, hacerla sentir presionada o alejarla de su propio criterio. Por eso, siempre es mejor trabajar los asuntos complejos en un espacio terapéutico donde el abordaje sea técnico y aséptico y donde las buenas intenciones no nos dañen. Donde alquilar un cerebro profesional te acerque a la objetividad del análisis y a la solución de los problemas.
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